09 febrero 2015

Punto punto punto

Hoy olía especialmente bien. He tenido sus manos en mis manos. Y no sabía si el frío era porque estaba helando o porque él me dejaba helada. Que ya no se nada y por no saber no se ni hablar. No se decirle que lo quiero, que me hace falta, y que hubiese querido que la noche fuese eterna, quedarme ahí apoyada en su cabeza mientras lo escuchó respirar y cada vez la cara se me pone más triste y me vienen las ganas (de llorar). Mientras pienso que llegó casi media hora tarde y que debería decirle muchas cosas. He llegado a la conclusión de que no me hace falta nada más que tenerlo al lado para darme cuenta de que cada vez es más imprescindible. Que llega el viernes y se que ha estado con ella, pero con verlo cinco minutos todo lo demás me da igual. Porque es de esas personas complejas, que cuando unen se vuelve sencilla. Y es amor, delirio y risa, una carcajada en medio del silencio y sentimiento, simpatía, diversión. Es cualquier cosa buena que te puedas imaginar. Porque es el y no hay nadie que pueda igualarlo o superarlo. Porque es el único que sabe tocar ahí dentro y quedarse para siempre.